Ellas no son mediáticas como otras escorts, tienen vidas privadas que prefieren mantener apartadas de su trabajo porque el estigma social del que va cargada esta profesión no les permite contarlo abiertamente. Pero, si pudieran confesarse sin miedo al juicio ajeno, ¿cuántas anécdotas podrían desvelar?
Es así que decidimos crear en nuestro magazine un espacio para ellas, un lugar donde las mismísimas chicas de compañía pudieran abrirse de mente y no de piernas para contarnos lo que les apetezca contar.
Mara es la primera que se ha querido lanzar en esto hablando de cómo llegó a investigar la técnica del squirting y consiguió hacerla suya.
Con casi treinta años estaba convencida de ser una gurú del sexo, una a la que no le faltaba nada por descubrir de su cuerpo, un cuerpo que ya parecía explorado en toda su geografía. Sin embargo, era una novata.
Cuando decidí probar la aventura de trabajar como escort (“chica de compañía”, es como mejor me gusta definirme), la razón principal fue por el dinero. ¿Por qué no aprovecharme de esta calidad que todos mis amantes me atribuyen?: “Follas como nadie”, me suelen decir. Así que ganar y, encima pasarlo bien, me pareció muy buena opción.
Lo que no me imaginaba era el hecho de que me hubiera enriquecido en muchos aspectos. En primer lugar se descubren elementos y características de un mundo que quien no lo vive desde dentro no puede comprender: hay códigos, maneras, gustos que allí fuera, en el mundo real, no se pueden preveer, adivinar, pronosticar. Me refiero sobre todo a lo que los hombres experimentan al entrar en el “espacio prohibido”, en el “piso de los pecadores”: una bella cara y un cuerpo hermoso no son suficientes para ser “la elegida”, lo que ellos buscan es la “chispa” que enciende el morbo.
Pero, como decía antes, la sorpresa más grande ha sido re-descubrirme a mí misma, en la intimidad más profunda.
Un día me puse a buscar por Internet cosas como “estimulación del punto G”, “interior y exterior de la vagina” y los resultados me sugerían de hacer ligeras presiones en círculos, variando la velocidad y de manera intermitente. Me estaba tocando de una forma inédita… en búsqueda del squirting.
Squirting: término todavía no incluido en la Real Academia Española (jajaja) que, gracias a la pornografía, ha desbancado el ya famoso y enigmático punto G, volviéndose uno de los más buscados entre los internautas cachondos como tú (¡y yo!).
Pues, me puse manos a la obra: dedo corazón y anular para adentro, estimulando las paredes rugosas cuyas existencia todavía desconocía… ¡y eso que se trataba del mismísimo punto G!
Sí, porque en el recorrido entendí que: la famosa “zona G” no estaba donde yo pensaba; que lo que yo pensaba que fuera el punto G en realidad eran las glándulas de Bartolomeus; que durante las más placenteras relaciones, cuando pensaba estar meándome encima, en realidad estaba corriéndome de la forma más salvaje.
Pues, estimula, estimula y cuando parece que te estás meando, no pares porque finalmente llega EL CHORRO AL QUE NADIE SE PUEDE RESISTIR.
Porque de esto se trata, ¿no? Dar rienda suelta a lo que me sale del coño…