Macho Alfa
No seas egoísta, compárteme con tus amigos


Cómo librarte del macho alfa que te han puesto dentro

El otro día, en la calle, me crucé con un niño que acababa de caerse con la bici. Tenía las rodillas y las manos heridas y, a su alrededor, todos sus amigos le miraban riéndose de él. Me acerqué para echarle un cable, pero le dí uno eléctrico y la situación empeoró. Pese a tener los ojos llenos de lágrimas, no dejó caer ni una porque, me explicó, llorar es de nenazas. Tras su respuesta, estuve a punto de darle una bofetada para que tuviera un motivo real para llorar, pero luego me di cuenta de que él no tenía la culpa.

¿Entonces de quién era la culpa?

Cuando nacemos se generan una serie de expectativas basadas exclusivamente en nuestro sexo. El sexo, para quién tuviera dudas, no es sólo y exclusivamente el acto de empotrar o hacerse empotrar, sino lo que diferencia biológicamente hombres y mujeres; básicamente es el conjunto de características físicas: si eres hombre tendrás polla y si eres mujer tendrás chichi y, una vez al mes, tendrás chichi sangriento.

Dependiendo del sexo que nos haya tocado, tendremos que cumplir con unos roles que la sociedad ha construido basándose en comportamientos, actividades y atributos que colectivamente se consideran apropiados para hombres o para mujeres. Estamos en el territorio de los roles de género. Que una falda sea considerada una prenda de mujer y que el fútbol sea deporte de tíos es un ejemplo claro de que el género no tiene tanto que ver con la biología, sino con lo que se espera de ti como hombre o de mí como mujer. Un rol de género, por tanto, es el papel que todos tenemos asumido desde que somos pequeños para decirnos que los hombres son masculinos y las mujeres femeninas.

¿Por qué el macho alfa es una limitación para los hombres?

Hace unos años podríamos haber definido la virilidad o masculinidad de una forma más rígida que hoy en día. Por ejemplo, de los hombres se esperaría que fuesen fuertes, competitivos, agresivos, inteligentes, seguros de sí mismos, poco sensibles, mujeriegos… todo un macho alfa, ya sabéis. Por suerte los tiempos van cambiando y las cosas evolucionan y, si bien siguen habiendo muchas diferencias entre hombres y mujeres, los límites son un poco más difusos.

Macho beta, hombre tierno

Al ser un concepto construido socialmente, la masculinidad y la feminidad van evolucionando a medida que la sociedad avanza, pero no a todo el mundo por igual, ya que cada uno tiene más o menos marcada la importancia de ser “un hombre de verdad” o “una mujer de verdad”. La importancia que se le dé a eso, puede causar problemas de autoestima e identidad. ¿Dejo de ser un hombre si no me gusta el fútbol? ¿Si lloro o no camino rascándome los huevos soy afeminado? ¿Si durante el sexo me gusta que me estimulen la próstata con un dedo, soy maricón?

Evidentemente la respuestas a todas estas preguntas es no. Las mujeres ya no esperamos que seáis los más machos del barrio, de hecho, lo que buscamos es que no sigáis un patrón y que seáis vosotros mismos, podéis volveros locos viendo el fútbol y después llorar viendo Titanic y abrazar a otro hombre. No hace falta que sea en este orden, ni que sea esa película. De hecho espero que tengáis gustos mejores. Lo importante es que os acordéis que a ese macho os lo han enchufado dentro sin que os dierais cuenta, sois sus esclavos y, como no os aporta nada mantenerlo allí y seguir alimentándolo, ¿por qué no librarse de él? En todos casos, las mujeres no vamos a estar pendientes de lo muy hombre o muy poco hombre que seáis, sino que valoraremos vuestra propia personalidad y que seáis auténticos.

Probadlo y a ver si 1) os sentís más ligeros, con un lastre menos encima; 2) las mujeres tienen otra actitud con vosotros; 3) os encontráis con vuestro ser real.

(Muchas gracias a Rubén Domènech, psicólogo y sexólogo, por ayudarme a redactar este artículo y por ser tan poco macho alfa).

Publicaciones relacionadas