Seguimos con la segunda parte de la entrevista a Ama Monika. Si te perdiste la primera parte, haz clic aquí y descubre qué nos contó la semana pasada.
¿Me puedes explicar cuántas prácticas diferentes hay dentro del BDSM? Lo que se conoce como BDSM es un gran abanico de juegos. Cualquier objeto puede ser un fetiche. Hay a quien le gustan los pechos, a quien los pies; hay fetichistas de mujeres fumadoras, es decir les excita ver una mujer fumando y que les echen el humo encima. Hay quien adora simplemente unos tacones, unas botas, unas medias, un ombligo, el culo, los tangas, los colores, sonidos, sentidos. Hay gente que le gusta que le tapen la cara o que le cierre en un sitio y que no escuche nada; hay a quien le gusta jugar a ser atado, que le hagas varias posturas y luego, cuando lo desata, ves que tiene todo el pantalón manchado. Eso se llama masturbación por frotamiento. Al intentar desatarse, se masturba.
Claro porque tú, con tus clientes, nunca tienes relaciones sexuales… No, nunca. Cuando tienes relaciones sexuales, como a mí me pasaba al principio, luego ya no vuelven. Un sumiso o esclavo de verdad nunca practica sexo con su ama, a no ser que sean esclavos sexuales, que eso ya cambia y es otra cosa.
Si una mujer te pidiera ser su maestra, ¿lo harías? Sí, y lo primero que le diría sería “¡Nunca te bajes las bragas!”. No hay muchas mujeres que realmente puedan hacerlo, al final acaban cediendo y diciendo “Qué penita”. Yo también lo sentí así, pero luego pensaba “Mira como está gozando”.
¿Hay algo que no harías nunca a un esclavo? Mira, el scat no me gusta mucho pero lo hice. lo quise probar con una persona de confianza, fue una experiencia muy fuerte. Pero ya te digo, prefiero hacer eso, aunque no me guste, que acostarme con los hombres. En la escala de BDSM no sé bien qué es lo que no haría nunca, pero por ejemplo me daría mucha grima eso de hacer cortes. Eso no lo haría porque no estoy experimentada, es que no haría nada que no sepa hacer a la perfección y que supondría un riesgo para el sumiso. No hay que meterse en lo que no se sabe y menos en esto, porque puede llegar a ser muy peligroso. Por otro lado a mí me da igual, me gusta experimentar y subir mis límites.
¿Y qué es lo que más te gusta hacer? Me gusta mucho el juego con fuego, pero es muy peligroso. No se trata de quemar a la persona, más bien es enterrar a una persona en cera. La cera está caldosa como sopa, a unos 45º. Se calienta en una olla grande, al baño María, y luego se la echa encima. Suelo hacer una vela de su pene y le prendo fuego hasta el límite. Yo con esto me divierto como una niña mala.
¿Sientes placer cuando haces estas cosas? Sí, y he llegado a tener orgasmos, mentales un montón. Cuando estoy concentrada con un esclavo y estás llevando una sesión súper buena, es como una unión que hace que aunque yo esté poniendo agujas, pero veo que está disfrutando, que está erecto y está todo el rato “Mi Ama, mi Ama; Usted es adorable” eso te digo yo que es apoteósico. O con las mujeres, porque también he tenido a mujeres, me pongo el pene y ya me transformo totalmente. Sale el macho que llevo dentro. Las cojo por el pelo, las subo y me las tiro…
Pero eso ya es BDSM sexual, ¿no? No, porque no hay contacto con la piel. Ahí simplemente tengo un arnés, ella a mí ni me toca.
¿La palabra clave suele ser siempre la misma o va cambiando? Es siempre la misma, llevo con “fresa” 15 años.
¿Tienes intención de actualizarla? No, para nada, porque así ya me conocen. Cuando una persona entra por primera vez en el estudio, para mí no es ni esclavo ni nada. Es importante que sepa un poco cómo actúa la ama, así que si me dice “Me arrodillo, mi Señora” , le digo “No, levántate. Primero hablamos y cuando yo te diga arrodíllate ya pasas a ser mío; pero de momento yo te tengo que conocer”. Es que antes todo somos personas. Es necesario que me cuente primero cuáles son sus limitaciones, si tienen alergias, si ha tenido alguna embolia… todo esto es muy importante.
¿Les haces firmar alguna hoja en la que declaran ser ellos mismos los responsables de cualquier cosa que pueda pasar? Cuando son sesiones muy extremas sí, o si no los grabo. Es por mi bien también, porque si no se pueden ir a la policía y se pueden inventar cualquier cosa y te ponen en un jaleo. Hay que guardarse las espaldas.
¿Los esclavos suelen tener más de una ama o son fieles a la misma? Eso depende de ti, si le dejas huellas psicológicas. Hay que dejar alguna intriga en su cabeza. Si quieres que vuelvan tienes que saber cómo engancharles y dejarles algo que les pida volver. Uno de mis esclavos, por ejemplo, ahora que lleva 5 años conmigo, quiere que le ponga un chip de perro; tenemos un contrato de por vida. Sin embargo, siempre hay a quien le gusta picotear de aquí y de allí, está claro.
¿Los esclavos que hacen los espectáculos contigo reciben una recompensa económica? No, para nada. Incluso me ayudan a pagar la autopista, la comida. Ellos tienen sus negocios, esto es algo que le gusta, lo hacen nada más que por placer. Y además, yo no admito esclavos tontos, me gustan aquellos con personalidad, gente que tengan su trabajo y los pies en la tierra, que sepan que esto es un juego y que no lo lleven más allá. Y aunque sean esclavos míos hace más de 5 años, si quieren una sesión privada la tienen que pagar. No tengo esclavos mal acostumbrados, eso es un capricho de ellos, entonces si tú quieres algo lo tienes que pagar porque yo también tengo otras cosas que hacer.
¿Y los que llevan contigo desde tus inicios, los que te enseñaron a ser Ama Monika, qué relación tienes con ellos? Para mí ciertas personas ya no son mis sumisos, son mis ángeles de la guarda, son mi vida, porque lo que han hecho ellos para mí no lo hace cualquiera. Los sumisos y los esclavos que llevan tiempo contigo hay que saber valorar todo lo que hacen por ti, y si en un momento dado te necesitan, tú haces por ellos lo mismo, y eso no es rebajarse ni nada parecido.
Ahí está el famoso lado humano del que hablamos antes… Sí, ahí está. ¡Ves que aún me queda algo de humanidad! *risas*
Has hablado de esclavos y de sumisos. ¿Qué diferencia hay entre uno y el otro? Hay muchos roles en esto del BDSM. Por ejemplo, el esclavo es como un rebelde, que se puede escapar cuando quiera pero no lo hace porque respeta ese momento. A estos les gustan los látigos y que les den. Los esclavos rebeldes hay que saberlos tratar, son los que más se pueden rebotar hacia ti, ahí tienes que ser muy firme. El sumiso es más como un perrito, un chihuahua. Un sumiso puede ser simplemente un sumiso obediente, te recoge la ropa, te limpia, y no tira por el tema del dolor o del castigo. Luego está el masoquista que disfruta con el dolor, o mejor dicho, con lo que la gente puede considerar dolor. Y luego el sádico, que es quien proporciona ese dolor. Pero el masoquista es sádico de por sí porque le gusta también dar, de ahí sadomasoquista.
Y tú eres ama… Sí, yo soy ama, a mí me pusieron eso y me gusta. Ama Monika, con K.
¿Crees que algún día dejarás esto del BDSM? No, nunca, no podría. Yo aquí he conocido a mi gran familia y esto me da mucha libertad.
Cuando no trabajas, o sea, que no eres Ama Monika sino María, ¿qué haces? Pues soy una mujer normal, me dedico a mi piso, limpio, voy a hacer la compra, hago deporte…
¿Hay algo más que quieres añadir, algo imprescindible sobre ti que tenemos que saber? Que soy una mujer muy accesible, no tengo el síndrome del endiosamiento, porque hay muchas mujeres que se endiosan, se creen que todo el mundo se tienen que arrodillar a sus pies. A mí me gusta que me dejen en paz, montar en bici de vez en cuando, hacer mis ejercicios… vamos, que soy muy normal. Ah, y no me gustan para nada los esclavos moscones cojoneros.
Me despedí de ella sabiendo que en unos minutos volvía a subir en el escenario para realizar una de sus performances. “Llevamos mucho tiempo, mis esclavos estarán preocupados” me dijo. Si sus esclavos estaban preocupados, no sé cómo hubiera podido estar mi madre sabiendo que estaba sentada al lado de una mujer que estaba a punto de bañar en cera caliente a un ser humano. En fin, cada uno a lo suyo, ¡muchas gracias por tu precioso tiempo, Ama Monika!